La historia del hombre es tan pasajera que vale la pena escribirla para que no se pierda. Hay personas, lugares, situaciones, que inspiran y merecen ser recordadas en un escrito. 2 Timoteo 3:16-17, dice: “Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien. Gracias Dios, porque me tiene un lugar preparado en la eternidad.
lunes, 9 de enero de 2012
Al día los reunió 59 años después
El miércoles pasado, seis días después de que AL DÍA Santa Marta reprodujo el reportaje que AL DÍA Montería publicó el 26 de diciembre sobre Miguel Arrieta Rada, un hombre de 86 años residente en el barrio Mocarí que desde hacia 59 no veía a su familia; su hermana Gladys Arrieta Rada leyó la publicación en Ciénaga (Magdalena), y el jueves viajó a Montería y se reecontró con él.
“Mi hermanito, tanto como te he buscado”, fue lo primero que dijo la mujer antes de que se les salieran las lagrimas y se le cortara la voz de la emoción. Él se quedó mudo por varios minutos, y de sus ojos también salían lagrimas de felicidad. AL DÍA fue testigo del emotivo reencuentro.
Después del prolongado abrazo y cuando se calmaron la lagrimas hubo tiempo para preguntar por el resto de los hermanos. “Solo quedamos tu y yo”, le dijo Gladys a Miguel, quien nuevamente no pudo contener las lagrimas. Recordaron que fueron 18 hermanos y que ahora, 59 años después, solo quedaban ellos dos.
Miguel preguntó por los hijos que él cree aún le quedan vivos, y su hermana le respondió que solo sabe de una que vive cerca a su casa, de nombre Elba Rosa Arrieta Fandiño. Ella ya sabe que él esta vivo, y hoy seguramente será el reencuentro en Ciénaga (Magdalena).
“Tu te vas conmigo para Ciénaga”, le dijo la hermana el pasado jueves cuando se reencontraron. Ese mismo día se fueron juntos a pasear a Cereté, y ayer en la madrugada viajaron a la tierra que Miguel abandonó hace 59 años por petición de su madre, quien temía que lo mataran.
Miguel dijo que meditó algunos minutos la oferta del regreso, pero luego aceptó la propuesta de su hermana, echó su ropa y la hamaca en una bolsa, y se despidió de los ancianos que le daban posada en Mocarí. “Yo me voy pero regreso”, les dijo a los vecinos y a los hermanos de la iglesia que lo fueron a despedir, aunque la intención de la hermana es nunca más separarse. “Vamos a tratar de recuperar 59 años de separación y tal vez la vida no nos alcance para tanto”, manifestó la señora.
La separación
Hace 59 años Miguel Alfonso Arrieta salió huyendo de Ciénaga, su madre, por temor a que lo mataran le pidió que se marchara.
“Yo prefiero que estés, lejos a que te maten”, le dijo. Contaba entonces con 27 años y salió de su casa con $5, abandonado a sus padres, hermanos, hijos y todo lo que tenía.
Desde entonces ha vivido en pueblos como Hurraco, en Magdalena; Valledupar y Codazzi, en el Cesar; Buenavista, en Sucre; Ponderancia, en Bolívar; en Montería, en las parcelas El Levante, cerca a El Caramelo; en Tierralta, de donde fue desplazado por los paramilitares hace 20 años. Por ello regresó a Mocarí.
La razón por la que se marchó
Miguel recuerda que en dos ocasiones peleó a las trompadas con el hijo de un hombre a quien le decían ‘El Tigre de Carrizal’. Un día mientras él estaba borracho, ‘El Tigre’ lo insultó y le dio una patada que le arrancó dos dientes. Al día siguiente Miguel Alfonso se encontró con su hermano Alcides José Arrieta Rada, y juntos salieron a una población llamada ‘El Mamón’, pero para llegar allí tenían que pasar por Carrizal, una vereda de Ciénaga. En el camino vieron a lo lejos a ‘El Tigre’, y se detuvieron porque temían pasar, pero decidieron avanzar acordando previamente que si no les decían nada, ellos seguían, pero que si les buscaba pelea, lo iban a enfrentar.
Los dos hermanos pasaron y ‘El Tigre’ no les dijo nada, pero cuando le dieron la espalda el sujeto sacó un revolver y les disparó.
Le dio en la espalda a Alcides y lo mató. “Cuando vi a mi hermano muerto pensé: ‘Tengo que hacer algo’, y le grité: ‘Prepárate porque voy por ti”, recordó Miguel, quien en menos de 60 segundo desarmó a ‘El Tigre’ y lo apuñaló causándole la muerte. Un abogado logró que no pagara ni un día de cárcel porque se catalogó como una muerte en defensa propia y en un momento de ira y dolor. Por ese minuto de su pasado comenzó a errar y se separó de su familia. AL DÍA los unió.
El miércoles pasado, seis días después de que AL DÍA Santa Marta reprodujo el reportaje que AL DÍA Montería publicó el 26 de diciembre sobre Miguel Arrieta Rada, un hombre de 86 años residente en el barrio Mocarí que desde hacia 59 no veía a su familia; su hermana Gladys Arrieta Rada leyó la publicación en Ciénaga (Magdalena), y el jueves viajó a Montería y se reecontró con él.
“Mi hermanito, tanto como te he buscado”, fue lo primero que dijo la mujer antes de que se les salieran las lagrimas y se le cortara la voz de la emoción. Él se quedó mudo por varios minutos, y de sus ojos también salían lagrimas de felicidad. AL DÍA fue testigo del emotivo reencuentro.
Después del prolongado abrazo y cuando se calmaron la lagrimas hubo tiempo para preguntar por el resto de los hermanos. “Solo quedamos tu y yo”, le dijo Gladys a Miguel, quien nuevamente no pudo contener las lagrimas. Recordaron que fueron 18 hermanos y que ahora, 59 años después, solo quedaban ellos dos.
Miguel preguntó por los hijos que él cree aún le quedan vivos, y su hermana le respondió que solo sabe de una que vive cerca a su casa, de nombre Elba Rosa Arrieta Fandiño. Ella ya sabe que él esta vivo, y hoy seguramente será el reencuentro en Ciénaga (Magdalena).
“Tu te vas conmigo para Ciénaga”, le dijo la hermana el pasado jueves cuando se reencontraron. Ese mismo día se fueron juntos a pasear a Cereté, y ayer en la madrugada viajaron a la tierra que Miguel abandonó hace 59 años por petición de su madre, quien temía que lo mataran.
Miguel dijo que meditó algunos minutos la oferta del regreso, pero luego aceptó la propuesta de su hermana, echó su ropa y la hamaca en una bolsa, y se despidió de los ancianos que le daban posada en Mocarí. “Yo me voy pero regreso”, les dijo a los vecinos y a los hermanos de la iglesia que lo fueron a despedir, aunque la intención de la hermana es nunca más separarse. “Vamos a tratar de recuperar 59 años de separación y tal vez la vida no nos alcance para tanto”, manifestó la señora.
La separación
Hace 59 años Miguel Alfonso Arrieta salió huyendo de Ciénaga, su madre, por temor a que lo mataran le pidió que se marchara.
“Yo prefiero que estés, lejos a que te maten”, le dijo. Contaba entonces con 27 años y salió de su casa con $5, abandonado a sus padres, hermanos, hijos y todo lo que tenía.
Desde entonces ha vivido en pueblos como Hurraco, en Magdalena; Valledupar y Codazzi, en el Cesar; Buenavista, en Sucre; Ponderancia, en Bolívar; en Montería, en las parcelas El Levante, cerca a El Caramelo; en Tierralta, de donde fue desplazado por los paramilitares hace 20 años. Por ello regresó a Mocarí.
La razón por la que se marchó
Miguel recuerda que en dos ocasiones peleó a las trompadas con el hijo de un hombre a quien le decían ‘El Tigre de Carrizal’. Un día mientras él estaba borracho, ‘El Tigre’ lo insultó y le dio una patada que le arrancó dos dientes. Al día siguiente Miguel Alfonso se encontró con su hermano Alcides José Arrieta Rada, y juntos salieron a una población llamada ‘El Mamón’, pero para llegar allí tenían que pasar por Carrizal, una vereda de Ciénaga. En el camino vieron a lo lejos a ‘El Tigre’, y se detuvieron porque temían pasar, pero decidieron avanzar acordando previamente que si no les decían nada, ellos seguían, pero que si les buscaba pelea, lo iban a enfrentar.
Los dos hermanos pasaron y ‘El Tigre’ no les dijo nada, pero cuando le dieron la espalda el sujeto sacó un revolver y les disparó.
Le dio en la espalda a Alcides y lo mató. “Cuando vi a mi hermano muerto pensé: ‘Tengo que hacer algo’, y le grité: ‘Prepárate porque voy por ti”, recordó Miguel, quien en menos de 60 segundo desarmó a ‘El Tigre’ y lo apuñaló causándole la muerte. Un abogado logró que no pagara ni un día de cárcel porque se catalogó como una muerte en defensa propia y en un momento de ira y dolor. Por ese minuto de su pasado comenzó a errar y se separó de su familia. AL DÍA los unió.
miércoles, 4 de enero de 2012
Miguel Arrieta, 59 años huyéndole a un minuto de su pasado
La mano amputada de Miguel Alfonso Arrieta Rada esconde una historia trágica que sucedió hace 59 años, en las bananeras del Magdalena.
Miguel Alfonso Arrieta Rada, como aparece en su partida de bautismo, o Miguel Antonio Arrieta Rada, como dice su cédula, es un hombre de 85 años oriundo de Ciénaga (Magdalena), quien vive en el barrio Mocarí de Montería, en la casa de una pareja de ancianos que le han dado alojamiento a cambio de compañía.
Antes de cumplir los 26 años ya había tenido seis hijos, de los cuales, según él mismo afirma, tres deben estar vivos. A sus hijos tienen 50 años de no verlos y cerca de 20 de no saber absolutamente nada de ellos. Alba Rosa, Elsa y Miguel de Jesús Arrieta, son los nombres de los hijos que él cree están vivos. Supo que Aida Antonia Arrieta murió hace años, durante un parto, y otros dos hijos se murieron cuando aún eran niños.
Su familia vivía en Ciénaga en la calle Cero Verde, pero no sabe si aún están en ese mismo lugar. Veinte años atrás dos nietos lo visitaron y le contaron cosas de la familia, y desde entonces nunca más ha sabido de ellos.
Hace 59 años salió de su tierra y ha vivido en poblaciones como Hurraco, en Magdalena; Valledupar y Codazzi, en el Cesar; Buena Vista, en Sucre; Ponderancia, en Bolívar. En Montería ha vivido en las parcelas El Levante, cerca al Caramelo; en Tierralta, de donde fue desplazado por los paramilitares hace 20 años, por lo que le tocó regresar a Mocarí. Pero ahora volver a su tierra, y espera no tener enemigos en ese lugar.
El día que mató a ‘El Tigre’
Miguel Alfonso Arrieta Rada recuerda que en dos ocasiones peleó a las trompadas con José Ojito, el hijo de un hombre llamado Julio Ojito, a quien le decían ‘El Tigre de Carrizal’, primo de la mujer con la que él vivía en ese tiempo.
Un día de 1952, cuya fecha exacta no recuerda, Miguel López, un tío político donde vivía, lo invitó a tomar licor. Inicialmente no quería porque tenía que trabajar (era matarife de ganado) y porque no tenía plata. Decidieron vender una gallina por la que le dieron 21 pesos, y compraron siete botellas de ron Anisado.
Cuando estaban borrachos decidieron irse para Carrizal, lugar de la tragedia.
“Yo no quería llegar y como estaba borracho me tiré cuatro veces al suelo, para no seguir, pero Miguel López me levantaba y me decía vamos que no te va a pasar nada”, dice Miguel Alfonso.
En medio de la borrachera se tiró debajo de unos árboles, hasta ese lugar llegó ‘El Tigre’ y comenzó a insultarlo y le dio una patada en la boca que le costó dos dientes; después metió la mano a su mochila sacó el revólver y le hizo un disparo.
Fue en ese momento en que su tío lo agarró por la mano y le dijo que corriera que lo iban a matar. Corrió, y le dijo a su enemigo que lo esperaba en el camino real, pero los familiares de ambos impidieron el encuentro.
“Dormimos en una platanera, al día siguiente me fui a visitar a mi hermano, Alcides José Arrieta Rada. Él no estaba en la casa, pero lo vi que iba llegando con una papeleta de café en la mano. Yo tenía la boca hinchada y la ropa ensangrentada. ¿Qué te pasó?, me dijo, y le conté lo que había pasado. Me preguntó que si no pensaba hacer nada, y le dije que no porque me sentía muy mal y estaba trasnochado”, señala el anciano como si los hechos hubiesen pasado ayer.
Siguió tomando cervezas con su tío y su hermano, y luego se dirigieron a un caserío llamado ‘El Mamón’. En el camino vieron a lo lejos a ‘El Tigre’, se detuvieron porque tenían que pasar por el lugar, pero decidieron avanzar acordando previamente que si no les decían nada ellos pasaban de largo, pero que si les buscaba la pelea lo iban a enfrentar.
“Pasamos y él se apartó a un lado, no nos dijo nada, pero cuando le dimos la espalda sacó el revolver y le disparó a mi hermano, le dio en el hombro, el tiro lo hizo caer al suelo. Cuando vi a Alcides José tirado pensé: ‘Tengo que hacer algo’, y le dije: ‘Prepárate porque voy por ti”. Fueron como 20 metros en los que me sentí grande como una casa, me disparó pero no sentí nada, lo agarré por el cuello y comencé a golpearlo”.
“En ese momento me acordé que llevaba una navaja en el bolsillo, la agarré y lo apuñalé tres veces en la barriga, entonces vi a mi hermano que se levantó, agarró una rula y le tiró un machetazo a ‘El Tigre’, pero como estaba mal me dio fue a mí y me cortó la mano. Me pidió perdón y le dije que no tuviera miedo. En ese momento me miró y se volvió a caer, pero no se levanto más. Todo eso pasó en un minuto”, señala Arrieta Rada.
Según los médicos, la bala no salió y le tocó el corazón causandole la muerte a Alcides José Arrieta. ‘El Tigre’ también quedó muerto en el lugar, producto de las heridas ocasionadas por Miguel Alfonso Arrieta Rada, quien fue llevado al hospital donde lo interrogaron. Un abogado de oficio logró que no pagara ni un día de cárcel porque se catalogó el acto como una muerte en defensa propia y provocada por un momento de ira y dolor.
59 años huyendo del pasado
Estando en el hospital se enteró que unos hombres lo iban a sacar del lugar para matarlo, la Policía tuvo que custodiarlo hasta que estuvo bien, desde entonces todo el mundo se lo decía: “Te van a matar”. Su madre le dijo que no quería perder al único hijo que le quedaba, la mujer había tenido 18 hijos de los cuales 7 murieron siendo niños, siete eran mujeres y a Alcides José lo mató ‘El Tigre’, fue ella quien lo animó a marcharse dejando todo.
Salió con cinco pesos de su casa, se fue para Valledupar a trabajar en las algodoneras, en las que estuvo nueve años; para el año 1960 murió su madre, fue al funeral y nunca más volvió a Ciénaga.
Estando en Valledupar escuchaba por la radio que Córdoba era una tierra rica, que en Cereté estaba el mejor algodón del mundo y le decían el oro blanco.
Invitó a dos amigos a venir a Córdoba para ver cuál era la fama del oro blanco, y fue entonces cuando llegó a Mocarí, donde vivió por cerca de 30 años dedicado a muchos oficios, especialmente labores del campo.
Desde que salió de su tierra nunca más tuvo una relación estable con ninguna mujer.
A finales de los 80 el Incora le dio una parcela de 12 hectáreas en El Levante, cerca a El Caramelo, en Tierralta. En ese lugar vivía bien, tenía ganado, hasta que llegaron los paramilitares y mataron a varios parceleros. Las familias se desplazaron, pero 14 se quedaron en el lugar, hasta una madrugada en que un amigo que era informante de las Autodefensas le dijo que había una lista de 14 que iban a matar. Él entendió el mensaje, recogió sus cosas y desde entonces ingresó a la lista de desplazados en Colombia. Salvatore Mancuso se quedó con sus tierras.
18 años con Cristo
Un día de 1993 un amigo lo invitó a tomarse una cerveza, pero cuando se la iba a entregar le dijo: “Te voy a decir algo de corazón, tú cuando estás bueno eres una gran persona, pero cuando estás borracho eres grosero”.
“Le contesté, bueno entonces no tomo más nunca, y comencé a buscar a Dios. Visitaba la iglesia y al año me bauticé y llevo 17 año sirviendo a Jesús”, señala.
¿Cree que Dios lo perdonó?
“Claro que sí. Yo nunca deseé hacerle mal a nadie y desde que me entregué a Dios he permanecido fiel en sus caminos, cumpliendo con lo que la Biblia enseña”.
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